En este blog nos gustan, especialmente, las tecnologías aplicadas en beneficio de las personas y de su calidad de vida. En este sentido, hace semanas conocimos el experimento realizado con monos para que volvieran a caminar.

Los dos pequeños primates presentaban una inmovilidad parcial en una de sus extremidades inferiores. Los investigadores colocaron los dispositivos en sus cerebros, por medio de sendas intervenciones quirúrgicas. Estos mecanismos mandarían, después, las señales neurológicas de movimiento que la médula era incapaz de percibir por su daño.

En dicho órgano, colocaron unos electrodos que subsanan “el fallo del sistema”, es decir, que traducen la señal neurológica en actividad motora. Para ello, generan corriente sobre los músculos del miembro incapacitado. Utilizan, en el proceso, una interfaz específica que es clave porque interpreta la señal neurológica y salva el “cortocircuito”.

Un punto interesante de esta investigación ha sido que las operaciones quirúrgicas se han efectuado pocos días después de las lesiones. Además, ninguno de los dos monos ha necesitado una preparación extra, como en forma de rehabilitación, para volver a caminar. En estos procesos han participado investigadores de la Escuela Politécnica Federal de Lausana y de Medtronic. Ésta es una compañía que trabaja en el desarrollo de innovaciones en el terreno sanitario y de aplicación a pacientes.

No sabemos cómo resulte la prueba en seres humanos, si llega, pero ya en este blog hemos visto iniciativas de movilidad con cierto parecido. Ése fue el caso del joven Ian Burkhart que pudo volver a coger una taza o jugar al Guitar Hero gracias a un microchip en el cerebro. En aquel post veíamos como también le implantaron un dispositivo en el cráneo que transmitía el estímulo hasta los electrodos de su antebrazo.

De la misma forma que con los primates, la tecnología salva el escollo de médulas dañadas para generar movimiento. Otro ejemplo lo encontramos a través del portal Ingeniería Biomédica.org. Un grupo de investigadores, tanto del centro universitario Johns Hopkins como de la Universidad de Utah, consiguieron que un paciente tetrapléjico bebiera su primera cerveza en años, de manera “autónoma”.

En una operación le implantaron 100 sensores en zonas cerebrales cuya actividad habían analizado previamente. Aquellos se conectaron, a través de cables, a un gran brazo robótico que permitió a Erik Soto mover el vaso. ¿Cómo? Traduciendo parámetros de naturaleza técnica.

En conclusión, la tecnología va abriendo el camino a que personas, cuya movilidad se ha visto reducida, puedan recuperar posibilidades perdidas.